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Los plátanos: la supuesta bonanza

Este artículo fue publicado en el Revista Palca nº37. Ver revista completa

Estos días vuelve la “pica”, la cuarta en lo que va de 2017, con alguna incursión en el banco de alimentos. Los precios han sido mejores que los del año precedente, “todos contentos” hacemos una lectura parcial y coyuntural, no leemos lo que ocurre de manera amplia, es decir: producimos menos, perdemos miles de agricultores, siendo más significativo el apagón económico y paisajístico de amplias zonas plataneras al aire libre: Hermigua y Agulo (La Gomera); Arucas (Gran Canaria); Valle de La Orotava, Tejina, Punta del Hidalgo (Tenerife)… en contadas ocasiones sustituimos platanera por otros cultivos. En el caso de La Orotava, hemos plantado unas doscientas hectáreas de aguacate, en los demás municipios, campos balutos, con expansión básicamente en Guía de Isora, ante la ruina de los tomates, y en menor medida en Arona. En el resto del “naufragio tomatero”: Granadilla de Abona, Arico, Adeje, Santiago del Teide (Tenerife) y Telde (Gran Canaria), no existen cultivos alternativos. En el Valle de Aridane (La Palma), se mantiene cierto equilibrio con el aguacate, situación parecida la que tiene el noroeste de Gran Canaria, sobre todo, Gáldar, con repunte en la Aldea de San Nicolás.

Precios y costes de producción.- Con los ingresos que consiguen los agricultores vía mercado, no se cubren los costes de producción en muchas explotaciones, tapando el déficit gracias a los ciento cuarenta y un millones de euros que aportan los fondos europeos.

Los casos del Valle de la Orotava y Guía de Isora, son ejemplos de libro sobre la descapitalización de un subsector. Este último municipio pasó de cultivar más de setecientas ha de tomate a las pírricas quince de 2016; sin embargo, en unos pocos años, las cuatrocientas ha de platanera se han duplicado y, lo más significativo, es que trescientas de ellas están bajo invernadero, cambiando un paisaje de aire libre por plástico, también en el Valle de La Orotava y Hermigua, situación que se reproduce, en menor medida, en el caso de Arona y el Valle de Aridane.

Plátanos sobre cenizas de tomates no es una alternativa saludable, tienen una historia común y, posiblemente, una suerte similar con más de ciento veinte años de “rodaje” en nuestro suelo; los “alegatos” de que todo va bien y no tenemos que hacer cambios de fondo, no se mantienen. Los hechos nos demuestran que los costes de producción dejan poco margen para mejorar, es el caso de los de la mano de obra y el agua para riego que tienen un techo de cristal. Un claro ejemplo es que hemos pasado de comprar tres metros cúbicos de agua con lo que percibíamos por la venta de un kilo de plátanos a situarnos, incluso, en no cubrir con un kilo de nuestra fruta lo que nos cuesta medio metro cúbico de ella.

Mirar para otro punto.- Si en el tratamiento de la fruta (campo-consumidor), en los últimos años hemos avanzado mucho, queda como asignatura pendiente, muy importante, la economía de costes relacionada con la mejora de la comercialización, máxime, si la comparamos con nuestra competencia directa, la banana. Mientras nuestros adversarios, con menos de seis empresas, manejan el 94% del mercado comunitario, Plátano de Canarias sólo abastece el 6% restante, con más de treinta marcas y seis organizaciones de productores, aparentemente unidas en ASPROCAN, donde las guerras internas nos debilitan en casa y no consiguen un ahorro de recursos: cajas, abonos, fletes, homogenización de categorías y la tan cuestionada Indicación Geográfica Protegida (IGP), que nos hagan ser más competitivos con un producto claramente diferenciado.

Producimos en peores condiciones y más caro.- La descapitalización del subsector, los mayores costes de mano de obra, agua, estiércol (por disminución de la cabaña ganadera) y del resto de insumos, con un escaso relevo generacional por la pérdida de motivación e ilusiones hacia el sector primario, hacen que el cultivo del plátano en las islas, al que hemos dedicado las mejores infraestructuras agrarias (riego, cortavientos, invernaderos, etc.) haya pasado de ocupar 14.000 ha en los mejores tiempos a las 9.000 que en la actualidad mantiene.

La “pica” de la presente semana (22) no la debemos comparar con la de hace cuarenta años, ya que entonces el mercado era otro, los precios anuales cubrían costes y teníamos un pueblo motivado, con ilusiones, trabajando en sorribas y con una lectura de futuro para el campo. Aquí y ahora, vemos tierras que estuvieron en producción cubiertas de “rabo de gato”, un colectivo desmotivado y un futuro al que tenemos la obligación de buscar alternativas, de sembrar ilusiones, romper con los circuitos que debemos y podemos corregir.

Otro campo es posible, está en nuestras manos cortar la hemorragia que sufre el agro canario para dignificarlo económica y socialmente; la historia de los tomates debe ser la última referencia de una crisis hija del espejismo y la incompetencia de unos irresponsables en la historia agraria y social de estas islas.

Es nuestra responsabilidad, frenar el deterioro que sufre el cultivo del plátano para homogenizar y aglutinar la comercialización con solvencia. La Administración ha propuesto en numerosas ocasiones hacer cumplir medidas que en teoría tendrían que haberse puesto en práctica en las llamadas organizaciones de productores de plátanos, cortando con la atomización de marcas y categorías que nos debilitan y empobrecen. Los responsables políticos tienen que mojarse.

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