El uso de sondas de suelo para riego en platanera

Este artículo fue publicado en el Revista Palca nº37. Ver revista completa

La agricultura no permanece ajena a la evolución tecnológica que permite el avance en todos los sectores, a pesar de que en ocasiones existe cierta resistencia al progreso en algunos grupos que defienden la recuperación de sistemas de cultivo tradicionales. Se oye, por ejemplo, que la platanera “solo quiere agua y estiércol”. Sería necesario recordar que sí, que agua y estiércol sí, pero, antes que eso, el cosechero necesita rentabilidad para, entre otras cosas, poder pagar el caro estiércol y el agua, y más aún, vivir dignamente.

Entre los nuevos avances utilizados en agricultura destacan aquellos que permiten un mejor uso del agua y los abonos, mediante la utilización de sondas que nos informan a tiempo real de la disponibilidad de agua que hay en el suelo y, en consecuencia, ayudan a tomar la decisión de cuánto y cuándo regar. Los nuevos equipos de alta precisión nos envían la información al móvil o al ordenador y poco tienen que ver con aquellas sondas antiguas, ya que ahora son mucho más precisas y fiables. Según estimaciones del experto costarricense Moisés Soto, tan sólo se aprovecha alrededor de un 30% del fertilizante aplicado a la planta, perdiéndose el resto bien por percolación, por evaporación o quedando en el terreno en formas no asimilables por la raíz. Por tanto, hay margen para mejorar la eficiencia de los recursos aplicados. Una línea de investigación es la fertilización microbiológica mediante bioles u otro tipo de abono: incorporar a la finca diferentes microorganismos capaces de mejorar la asimilación de nutrientes y, por tanto, reducir el aporte de fertilizantes. Otra línea sería el uso racional del riego.

Actualmente, y hablo de la isla de Tenerife, una parte importante de los agricultores plataneros utilizan como guía las recomendaciones de riego semanales elaboradas por AgroCabildo. Se basan en datos agroclimáticos obtenidos en las estaciones distribuidas por toda la isla y el cálculo de la evapotranspiración. Según información del propio Cabildo, desde que se puso en marcha el sistema de recomendaciones semanales, el consumo de agua de riego en platanera se ha reducido más de un 20%, lo cual es una cantidad importantísima teniendo en cuenta la preocupante disminución del nivel del acuífero de la isla. En mi opinión este servicio es un ejemplo de cómo las instituciones públicas pueden, cuando las cosas se hacen bien, influir favorablemente dando una asistencia útil para el agricultor y muy positiva para el medio ambiente insular a corto y largo plazo. Sería muy interesante extender este modelo a otras islas pero no parece que haya intención de momento, a lo mejor porque se asume la idea extendida de que “sobra agua” y, por tanto, es relativamente barata. En algunas zonas de cultivo, como el sur de Tenerife, el precio del líquido estan alto que es un obstáculo enorme para la rentabilidad de la finca.

Siendo la de AgroCabildo una referencia que se ha mostrado muy válida, lo cierto es que la capacidad de retención de agua de un suelo arcilloso no es la mismo que la de uno arenoso (en realidad lo habitual es tener suelos franco-arcillosos o francoarenosos). Aplicando la misma cantidad de agua a ambos, corremos el riesgo de enfangarla huerta arcillosa generando asfixia radicular, o, por el contrario, derrochar agua y abono en la huerta arenosa. En nuestra experiencia con las sondas, nos ha llamado mucho la atención que, con una recomendación de riego de 25 litros por planta y día, la humedad de una huerta arcillosa se mantenía a niveles óptimos con un riego diario de 12 litros (y un ahorro del 50% de agua), al mismo nivel que el de una huerta arenosa regada tres veces al día, con esos 25 litros.

Por tanto, conocer cómo se comporta el agua en cada huerta nos puede aportar, un ahorro de riego y abono, y, sobre todo, una mejora del estado de la planta con los consiguientes beneficios, además de un cambio positivo de las condiciones del suelo evitando acumulaciones de sales y aumentos indeseables de conductividad y pérdidas de abonos por lixiviados.

En la actualidad, se pueden encontrar en el mercado herramientas que miden bien la cantidad de agua del suelo o bien la tensión a distintos niveles. Por defecto, en hortícolas, donde ya llevan tiempo utilizando estos aparatos, se colocan dos sondas a profundidades de 15 y 30 cm. En el caso de la platanera, al tratarse de un cultivo en el que el desarrollo es reciente, debemos decidir cuáles son las profundidades en la que es más práctico conocer la cantidad de agua disponible para la planta, posiblemente, a 20 y 40-50 centímetros, ya que podríamos asumir que si en el punto más profundo hubiera exceso de agua, sin duda, la estamos perdiendo junto con el abono por percolación, además de generar indeseables efectos en el suelo.

Es importante señalar que la utilización de sondas no es una ciencia exacta y no elimina la necesidad de hacer un seguimiento continuo, sobre el terreno, del estado de la planta y del uso de un saca muestras de tierra para comprobar si un suelo está seco o encharcado. Por mucho que una sonda nos diga que hay agua, estar un mes sin regarla planta parece un riesgo innecesario y una imprudencia. Como se trata de un aparato que puede tener fallos, en ningún caso sustituye al sentido común.

Sin duda, una de las grandes dificultades de la implantación de las sondas en las fincas de plátano viene dada por las grandes diferencias en los tipos de suelo dentro de cada explotación o, incluso, dentro de cada huerta, circunstancia que se da menos en la península, donde los suelos de cada invernadero o finca suelen ser más homogéneos. Por eso es importante elegir bien la huerta en la que colocarlas sondas.

Los equipos tienen un coste que hace sea imposible poner uno en cada huerta. Por eso una opción puede ser ir rotando las zonas para conocer el comportamiento de cada huerta y tipo de tierra respecto al agua de riego, y, una vez que tenemos la pauta, cambiarla de lugar.

Dicen que lo perfecto es enemigo de lo bueno y por ello no podemos esperar una perfección absoluta en las mediciones, desde el momento en que ni el riego es totalmente uniforme, ni podemos volvernos locos cambiando cada día el programador para ajustarnos exactamente a las lecturas de las sondas. Basta con conocer, en un primer paso, qué tipo de suelo tenemos y qué capacidad de retención de agua y, a continuación, establecer reglas prácticas y cómodas para el responsable del riego.

Los equipos también permiten medir la conductividad eléctrica del suelo. Y, si se quiere, tener una estación para conocer la temperatura en nuestra finca, la humedad relativa o el déficit de presión de vapor. El uso de estos datos combinados con un programa de predicción de cosecha, como el que hemos desarrollado, nos permite conocer con precisión y antelación la fruta que nos viene y de esa manera trabajar con tiempo la previsión de los trabajos y, una clave para conseguir calidad, “ir por delante de la finca”.

Un siguiente paso muy interesante para el agricultor será la utilización de equipos que permitan conocer a tiempo real los niveles de nitrógeno, fósforo y potasio en el suelo y en la planta, lo que ayudará a ajustar las dosis de abono según las necesidades reales de la mata en cada momento. Se puede afirmar,sin duda, que esa posibilidad la tendremos en muy poco tiempo.

Ginés de Haro Brito
haroinfante@hotmail.com

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